jueves, 23 de octubre de 2008

Resistencia Mapuche



“No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su función de servidumbre internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de barro. Se postula a sí mismo como destrino y quisiera confundirse con la eternidad. Toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto de futuro. Se obliga al zombi a comer sin sal; la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la inmutable sociedad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia. Y porque en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación” (Eduardo Galeano).


En un principio todo era armonía, todo era belleza. La Tierra hablaba a través de nuestra lengua, la lanza no era para los enemigos, porque no los había. El mar nos cantaba su sonido, lafquenche. La luna guiaba nuestra senda y el sol nos nutría de vida, como el pehuén de pan y los pájaros de aire puro y sano. La muerte era el desenlace natural del cansancio y el trabajo de toda una vida. La vida era la comunidad, el pueblo, los hijos y la naturaleza. El odio era para con nuestros actos de injusticia o deshermandad. La risa estaba en los árboles y en el viento cantarino. La brisa que venía del mar subiendo hacia la cordillera nos peinaba de nuevos tiempos y nos daba fuerza para ser parte de un sistema prolijamente regalado y heredado de nuestros abuelos a través de los siglos. Ser parte de esta biósfera, ser tan importante como una flor, como un peumo, un colibrí, un hermano mapuche, un compañero aimara, un pasto de la pampa, nos enorgullecía. Éramos hijos del Fuske Menuko-Puelmapu (territorio ancestral mapuche).

Somos Che (gente) que pertenece a la mapu (tierra), una parte más de este newen (fuerza) vital del planeta, en cuyo seno se manifiesta la diversidad de la vida. Pero hoy, nuestra tierra como nunca está siendo agredida, y sobre ella cabalgan los jinetes de la muerte; que corren desenfrenadamente tras el oro y la plata. Nuestra mapu, hoy como nunca es enajenada y vendida al mejor postor. En eso estamos los mapuche hoy. En un tiempo de renovación; en el término de un ciclo y el comienzo de otro. Pero entendemos esta renovación como un momento refundacional, con el Kimun (sabiduría) de los antiguos. Esperando que la vuelta del Sol y al calor de las fogatas, renovemos el pensamiento mapuche y en sus cenizas preparemos el rescoldo de la vida.

La llegada de los primeros colonizadores a este continente no sólo significó el desembarque de una raza diferente, sino el arribo de una ideología de muerte. Nada la detendrá en el afán de despojar, usurpar y someter. Junto con el conquistador llegó la muerte, la ambición, el mal. Llegó el acero de las armas y el plomo del desprecio hacia la vida. Había nacido la crueldad, había perecido la belleza, los colores, la biodiversidad y el respeto.
La invasión y el desconsuelo se apoderaban de la acongojada madretierra, y de sus hijos.

…Extiendo mis brazos para sostenerme muy férreamente. Con uno de ellos me aferro a la noche más larga y profunda y con el otro me sostengo a la luz que retorna; porque siento que es la única forma de poder trascender la dimensión de mi ser mapuche. Quizás, porque la vida es así y está llena de noches, algunas más oscuras que otras, pero también siempre hay luces que retornan e iluminan… (Wiñoy Tripantu).

Producto de una estrategia económica globalizada, se crearon los estados. Chile fue, los blancos de entonces, quienes avanzaron sobre la soberanía mapuche, aimara y rapanui. Desaparecidos, mutilados, ultrajados, desarraigados. Así nos quedamos en el wallmapu (Territorio mapuche).

Un mapuche no es un indio ¿por qué indio? Insultos. Es un chileno más entre millones de chilenos, con iguales derechos y obligaciones, una raza prolijamente sesgada por nuestros antepasados hijos de la conquista. No es necesario ningún tratamiento especial para él, pero tampoco ninguna tacha que lo relegue, invalide, discrimine o menoscabe, porque al ser chileno (aunque parezca odioso el ser obligado a ser chileno) tiene todas las prerrogativas constitucionales dictadas por tamaña carta dictatorial. No más, no menos. Lo contrario es indigno e inútil.

No reconocer la identidad mapuche es perpetuar la violencia, el avallasamiento, la negación de derechos y la discriminación que sufren desde hace siglos. Chile es un país interétnico, no homogéneo racialmente, eso es ilusorio. Cuando nuestro país comenzó a formarse como nación, los blancos (como el grupo más poderoso), asumieron el control del territorio, obligando a los otros grupos preexistentes a someterse al modelo social, lingüístico y cultural (tal como hoy nos someten al neoliberalismo infame). La idea era la imposición de un Estado étnicamente homogéneo, reprimir la especifidad de las minorías era necesario. Los grupos étnicos, los mapuche en mayor sinrazón, fueron obligados a integrarse, a ser partes de este Chile naciente, sin respeto y con aspiraciones territoriales ambicionadas y emanadas desde antiguos imperialismos. Nuestros gobernantes persiguieron las etnias, masacrándolas en nombre del falso progreso y aquellos que no sucumbieron ante este desenlace fatal, fueron recluidos en pequeñas reservas, como postales de un hermoso país, reservas que muchas, hoy yacen bajo el agua de las represas y el dinero extranjero de las oligarquías mundiales.

…Se ensañaron y enloquecieron de injusticia. Nos corrieron hasta la muerte…



Todo es ajeno aquí
Nadie me ve
Nadie ve a esta mujer que camina
Las calles de la ciudad

Nadie ve a los animales
Que corren dentro de mi piel,
El bosque profundo
De árboles del sur.

Las abuelas oscuras
Que miran a través de mí
Y observan todo,
Y viajan todavía.


(Lamgen, Aine Paime).


Los mapuches renacieron ante la matanza, jamás sucumbieron ante su exterminio. Un Lautaro vive en cada mapuche, en cada aimara, en cada rapanui. Ellos se reconocen como tales. No reconocerlos es negarles su derecho a la identidad. Las relaciones de dominación y subordinación vinculadas con aspectos políticos y económicos, nos incitan a no reconocerlos, a omitirlos, a olvidarlos. Estas relaciones se han dado desde hace siglos y han sido el arma de los blancos con dinero, para manejar a su antojo los hilos de esta nación atormentada étnicamente, donde todos quieren ser europeos y donde atropellamos a las minorías por el hecho de creernos superiores.

Los mapuches no reclaman más de lo que le pertenece (reclaman mucho menos). La verdad es que son permanentemente discriminados, porque no solamente no se le reconocen sus derechos como indígenas, sino que tampoco se les reconocen sus derechos como chilenos, son perseguidos, encarcelados, recluidos y derribados. Hay muchos hermanos mapuche encarcelados con el noble título de prisioneros políticos.

…Arauko, invoco tu nombre, tierra de fuerza y valor. Nunca la espada logró apagar el sonido de tu voz…

Ahora, luego de décadas de grandes penurias, siglos de injusticia, pero esperanzados por otros presagios, tenemos una nueva oportunidad para reconstruir nuestro pueblo.

La historia, que ha sufrido la censura del transitorio triunfador, pide a gritos ser rescatada. Es ella quien alimentará la conciencia colectiva de mapuches y no mapuches, será la encargada de derribar los muros de la mentira y aportará a la construcción de una sociedad sin vicios, sin hipocresía ni desigualdad.

…Yo soy Lautaro. Mi espíritu habla por mi raza y todo mi pueblo se levanta. Con nuevos bríos y sangre altanera. Mis abuelos fueron libres (y mutilados)… y libres seremos hasta el fin de los días…

Lautaro es una luz trascendental, un vigía del sueño mapuche, la punta de la lanza hacia el futuro. El gran chileno ha renacido desde el olvido. Luego de ser relegado y malutilizado su nombre por ciertos personajes de la historia de Chile, sobrevive con anhelo. Hoy emerge desde los bosques. Se ha instalado en los jóvenes guiando y aconsejando como un abuelo. Lautaro hijo del Sol y la Luna.

Ese presagio ya ha comenzado. La nueva generación de mapuches está escribiendo nuevos párrafos de nuestra historia.

El pasado es la base del futuro y la interpretación que hagamos de nuestra historia marcará nuestro camino. Si pensamos en que era necesario para el progreso iluso masacrar a los pueblos originarios, perseguirlos y renegarlos; como en un principio lo hicieron los españoles, luego los soldados chilenos y ahora la sociedad en su conjunto; aceptar que no hubo genocidio, que los mapuche son seres inferiores a los blancos, que han sido totalmente exterminados; entonces, seguiremos hoy día justificando y perpetuando la discriminación y el avallasamiento. Tanto hacia los pueblos originarios como hacia cualquier otro grupo minoritario o diferente.

Nguenechén, oye mi voz. Somos tu pueblo… escúchanos…!


Ronnie Pérez. Octubre 2008.