domingo, 20 de septiembre de 2009

A la muerte de Lautaro

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Dicen que cuando murió Lautaro,

Lloraron todas las madres de América.

Los viejos dejaron de pensar y los muertos

Deambularon por los bosques de alerce.

Dicen que cuando murió Lautaro,

Los campos dejaron de fertilizarse,

Las flores ya no crecieron más

Y las copas de los pehuenes de Arauco

Tocaron el suelo en lamentos.

Dicen que cuando murió Lautaro,

Nuestras voces callaron mucho tiempo,

La sonrisa dejó de reír en los labios

Y nuestros brazos pesaban la pena.

Dicen que cuando murió Lautaro,

Los hijos de las madres de América

Crecieron cada vez menos fuertes,

El miedo se apoderó de la tierra madre,

Y los canelos desgranaron sus hojas nuevas.

Dicen que cuando murió Lautaro

Su sangre de río regó los campos

Y los hizo fértiles nuevamente;

Y crecieron los bosques de Arauco.

Dicen que cuando murió Lautaro

Las madres de América dejaron de llorar

Los pehuenes se enervaron al cielo

Y los miedos viajaron a otro mundo.

Dicen que cuando murió Lautaro,

Los viejos mapuche citaron al sol

Y nacieron los nuevos hijos de América,

Fuertes, poderosos e innumerables.

Dicen que cuando murió Lautaro,

Nacieron los fuegos y escupieron los volcanes,

Las madres de América sonrieron otra vez

Y los hijos de América volvieron a luchar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Despedida (a nuestro Baly)



* “Alto en la cumbre

todo el jardín es luna,

luna de oro”.



…Perdidos en la noticia vaga,
Pasmados por la agonía.
Ciegos ante el espanto,
Débiles ante la injusticia.
Errantes por la herida,
Tristes testigos de lo incierto…

De alguna forma insólita y certera
Una parte tuya viaja con nosotros,
Se codea con el canto y
El sonido alegre del timbal.
Se hace presencia en el agudo grito;
Se recrea en los jardines y en el escenario.

De alguna forma lógica y vagabunda
Un pedazo nuestro se fue contigo,
Dejando el vacío seco de la llaga,
La incandescencia de un fulgor ensombrecido,
Una febril sonrisa muda y el duro amanecer.

Aunque desde antes ya no estabas,
Siempre eras presencia.
En la tertulia y en el vino mustio;
En el arduo ensayo de la amistad
Y en la ironía burda del enojo pasajero.
Y te anclamos a la pared,
Junto a la bandera y las fotografías.
En el recuerdo inerte de aquel tiempo;
En el itinerario de la memoria por el pasado,
En lo místico de la mística que nos unía.


Partiste al festival del cielo
Donde se danza eternamente
Donde siempre un músico es amado,
Donde no hay dioses que atormenten,
Donde la fiesta nunca termina,
Donde se vive solamente.

Alzaste el vuelo, amigo compañero,
Por el laberinto dulce del misterio
A embriagar otroras volantines,
A envolverte en el silencio azul;
A empeñarte de coraje caminando
Por tu sueño a la deriva.

¡Pero, no te alejarás del tambor!
Ni con la lágrima ahogada,
Ni cuando ya no recordemos ni tu voz;
Ni cuando la pena se amilane,
Y no saldrás del cuarto nuestro!
Donde tejemos melodías,
Donde trazamos los senderos,
Donde la dicha sana el llanto.
Donde tu voz retumba el eco.
No lo harás, hermano del alma,
¡Aunque la carne deje el hueso!
Porque formas parte de la historia.




* “Yo que soy el que ahora está cantando

seré mañana el misterioso, el muerto,

el morador de un mágico y desierto

orbe sin antes ni después ni cuándo”.


(*) Borges



Altazor, septiembre 7 de 2009.